Una mañana de de estío
que me encontraba en la playa,
entre la Tierra y la Mar
vi cómo la paz reinaba.
¡Dándose abrazos y besos ,
locas de amor se encontraban!
Yo quería estar con las dos,
por su orilla paseaba,
un pie andaba por la arena,
el otro dentro del agua.
Miraba a un lado, ¡qué bella!
Al otro lado, ¡qué guapa!
Sin querer me tropecé
con el cubito y la pala
de una niña que, jugando,
saltando dentro del agua,
entre un vaivén de columpio
de las olas que no paran
y las iba acariciando
con sus manitas de plata.
El aire se quedó quieto,
el Sol vi que la miraba,
y, con su flama y la sal,
la niña se bronceaba.
La Mar me estaba invitando
con su agua limpia, clara;
¡azul! ¡Parece que el cielo
se ha caído esta mañana!
Y la Tierra, seca, dura,
escuchó cómo me llama:
« ¡Ven! Deja la Mar », me dice,
que te tragará mañana .
Yo la miro tan inmensa,
tan cerquita, tan lejana,
tan alegre, tan señora,
tan bella…, linda, tan guapa.
¿Por qué le tendrá esos celos
que no me deja mirarla?
¡Si yo las quiero a las dos
si las quiero como hermanas!
El reloj me da las doce,
yo recojo la toalla;
me retiro despacito
poniéndome las sandalias
porque en la arena parece
que el Sol nos deja su brasa.
Y la banderita verde
me dice: «¡Ven, no te vayas!
¡Entra, no le tengas miedo
cuando la Mar está en calma! »
Pedro Toledano Guerrero
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